jueves, abril 22, 2010

Straight Lines (Lower The Fever)

Es imposible contar las longitud de las ideas de una historia que comienza marcada por un accidente, por las circunstancias. Tal vez, sea mas difícil descifrarlas que medirlas, porque, siendo una medida de algo impredecible, se hace mas difícil usar los codex para entenderla, que tender las hojas para sumar sus giros impredecibles, las miradas y las extensiones, altas o bajas, que permiten este tipo de cosa.

Al inicio de este, eran 225567 renglones que componen 52300 parrafos, en los cuales, últimamente escaseaban los signos de admiración. Tampoco abundaban los interrogantes y la cadencia de las comas se extendía, haciendo inevitable pedir un punto.

Algunas veces, en las notas de pies de pagina, se podían leer los comentarios anónimos de personas que de algún modo accedieron a ver este tipo de escritos. Pasaban de un lado a otro, arrojando ideas que eran consignadas de inmediato en la memoria de quien los racionaliza.

La ultima crónica era una apología al miedo a saltar a un vacio donde no hay gravedad. Todo flota y el aburrimiento de lo hetereo es casi tan desagradable como una estar condenado a un coma conciente con el cuerpo paralitico. Y es que, usualmente los accidentes dejan esas secuelas.

Breve cronología. No había posibilidad alguna. Los días estaban particularmente marcados por la rutinaria agonia de la respiración entrecortada, innumebles golpes al teclado y la misma fiebre veraniega que se resiste a dejar de venir, puntualmente, todos los años, a mediados de marzo. Es curioso, que también, todo estuviera sincronizado con sucesos de eventos que ocurrieron hace mucho tiempo y que generalmente nos recuerdan lo deficientes que somos como humanos. Nos dan esperanza porque dicen que alguien, en su condición de homo sapiens, logro comportarse y actuar para que no pareciéramos ofertazos de paletas de carne con el incomodo defecto de hablar. El sol caia, la temperatura descendia, la fiebre cedia.

Pensaba tercamente que no hablar, era una señal evidente de la falta de expresión. Contrario a esto, de manera imprevista me di cuenta que lo que debía hacer, era callar y no hablar, para no arruinar la comunicación de las expresiones.

Nunca fui bueno con los tiempos, pero creo que el habla se me fue finalmente siendo las 11:45 de la noche. Ya había apurado dos tragos de ese jarabe regular y al parecer, esta noche el termómetro no terminaría tragado por mi laringe. Me cuidaban dos personajes. Uno de ellos, tenía el típico aire de gordo traficante de drogas que huye a los Estados Unidos. El otro, con seguridad era un ex futbolista de equipos venidos a menos, en un torneo de barrio que se hace llamar, contra toda creencia, profesional.

Tal vez me cuidaban es una expresión pretenciosa, mas bien me acompañaban. Y lo hicieron hasta que el cristal se rompió. Una mano agitaba una botella, una sonrisa deshacía el cristal del panorámico. No había cinturón de seguridad, y como si no hubiera aprendido la lección, por un momento, todo estuvo de cabeza nuevamente. No recuerdo el golpe. Señal de que no he despertado o que lo hice antes de aterrizar. No atine a hacer otra cosa que lanzar un grito. En medio de los cristales solo me preocupaba compartir un Jack Daniels.

Afortunadamente no había Bourbon. Todo tuvo que hacerse con amargo de angostura, jarabe de goma, jugo de limón y ese extraño licor destilado de la uva.
La radio nunca dejo de sonar. Recuerdo que el final de “fire it up” y el inicio de “Bones”. En ese momento me pareció que Tom Smith, estaba equivocado con aquello de que siempre, llegaras tarde
.

El golpe no fue suave. El destino, dirían, tienen la mano pesada, una sonrisa enorme, ojos claros y cabellos ondulados. Es una pesadilla de un cuento cíclico. Mis manos tienen cortes y algunos vidrios clavados. Mi sonrisa esta hinchada. Los ojos siguen claros y mi permanente se perdió hace mucho.

37.5°. Ya por poco. Amanecí al revés y aunque el tendido parecía de hospital, era mi cama. O bueno, eso donde intento vencer el insomnio noche tras noche. Antes, era para poder descansar. Ahora quiero repetir este accidente. Se siente bien recordarlo entre las 3:00 AM y las 5:30 AM.

miércoles, abril 21, 2010

Straight Lines (Wake me up)


Una bufanda a cuadros que yace sobre un cuerpo somnoliento. Roza con la muerte. Su estado de conciencia es nulo y la ironia pretende, que esta prenda sea negra, como si fuera presagio de algún tipo de duelo. Se desprende bordeando un rostro blanco y perfilado. Cubriendo su cuello, estirado y estilizado. Descolgandose a lo largo de su pecho, agitado y agotado.

Los matices de esta noche recuerdan la entrada a un sitio en donde nunca has estado. El viaje a sitios que aun no conoces y la incertidumbre de un pregunta cuya respuesta sabes pero que ignoras por completo, si es que será respondida en la manera en que esperas.
Acaso un gesto o un guiño en el ojo. Probablemente la mano que se desliza suavemente y una pequeña sonrisa ahogada entre el suspiro y la vergüenza. Eso no debe ser. No se permite.

Gotas de sudor resbalan por el rostro. Matiza el brillo de su color de piel. Deambulan vagabundas por los caminos que marcan los canales de su frente, excepto por alguna que se escapa y llega a la comisura de sus labios. Reseca la piel, absorbe el calor. Recuerda tantas noches en que esos labios fueron raptados y llevados al limite. Se separan lentamente para, permitir el paso de aire. Pasa bruscamente. Se escuchan los sonidos de las barreras que le impiden pasar. Ahogan. Apresura la respiración buscando ventilar. El aire es escaso, la oxigenación desciende. Es la rutina de todas las noches.

Mientras me ahogo, alcanzo a leer las historias de la vida. De la que he escrito y la que he imaginado. No se cual es la real porque todas empieza con Dios pero las firman diferentes personas, curiosamente, comparten iniciales. Las letras de del teclado se marcan continuamente y escriben párrafos de unas hazañas que no son posibles. Torturas que no pienso cometer y adicciones que aborreceré, todo por ser humano y no el oso de la página 35 del libro dorado.

Antes de la sofocación crei escuchar las baladas de un grupo de cuerda que golpeaba sus instrumentos contra el piso. Era una música preciosa que se articulaba en los bemoles de las astillas que rebotaban contra los vidrios. No eran mariachis pero tenían increíbles sombreros. Sus sotanas largas los habrían hecho parecer frailes y la tremenda delgadez de sus rostros, harian pensar en lo peor. Pero su balada era la percusión de un teclado que marcaba las hojas, no por números, sino por capítulos de una historia que, a veces, se torna cíclica. Termina y empieza con mi mano levantada. Saludaba al Fuhrer. Pedia fuera de lugar en la final del 70. Me la jugaba como paciente en prueba para esa prueba en el espacio, o simplemente, la agitaba indcando el adiós, a la nube en que nos perdíamos. De cualquier manera, levantaba la mano, incluso para usar el control del televisor, de esos extraños cuartos que lo tienen anclado a la pared.

domingo, abril 04, 2010

No es Real.

No es real. Las alas del avión tiemblan manera espantosa y las turbinas están por colapsar. Aun recuerdo cuando parafraseásemos “tráeme la noche”, el ritmo nos consumía y los besos que parecían inagotables en ese momento, afanaban un reloj manipulado, que corría endemoniado para romper nuestro idilio.

Un amor de cinco segundos. ¿Aun creo en el amor a primera vista? ¡No! ¡es una pregunta estúpida! No podría confiar en nadie que tenga la desfachatez de enamorarse de una persona como yo. No existe la estabilidad de mis sentimientos ni de mis emociones. No creo en la hidalguía ni en las palabras a medias. No creo ser capaz de sostener esto, porque el ciclón que mueve mi corazón y mi mente, no pierde fuerza por tu sonrisita y tu rostro angelical. Si crees que me entiendes, mi desconfianza es mayor, porque yo no lo hago y si eres sicóloga, mejor no pierdas tu tiempo. No busco análisis de ninguna índole. Todo cuanto quiero es escribir en el aire. Un paracaídas luego de esta tremenda catástrofe. Las piezas caen a mi lado pero nunca, ni siquiera por una eventual causalidad pienso que me van a lastimar.

Esta estructura se mueve demasiado. Hay una falla con curvas delirantes y un zorro en la ventana del avión. Prefiero bajar la persiana. No me cabe en la cabeza que esté tomando un Martini a esta altura. No puedo dejar de pensar en el frio que debe estar haciendo afuera. Espero verlo bailar en el ala.
Una loción me recuerda a ti. No es “Invincible” la mejor banda sonora para esta película. El cielo esta blanco. Es una nube gigantesca la que atravesamos. ¿A dónde nos lleva? Dudo mucho, que este vuelo tenga aeropuerto. Este avión, debe volar hasta que se quede sin combustible.

Tu vida digital. Arrastrare tus ojos y deformare tu no bella sonrisa. ¿A dónde vas con ese niño y esos grandes lentes? ¿Porque el cabello crespo si todos los amantes son un imaginario de una vida libidinosa incapaz de llevar? Es una locura pensar en pasar ochenta años de esta manera. Viviendo juntos. Solo nos espera una pantalla en negro. Un gran marco para un vacio infinito, que es explicado por la metafísica. Se llama, idiotez.

Desarma mis palabras. No encontraras el nombre. El baño esta ocupado y lo que se creía imposible de mecer, esta nuevamente agrietándose a ochocientos kilómetros por hora. El escudo de armas se cayó. Que venga el FBI. Sacude las manos, levántalas y grita..SI!

Esquizofrenia. Empujémonos, rasguémonos la cara y tiremos las lámparas por el cuarto, rompamos los vidrios y cortémonos un poco. Calma. Respiremos un poco. A volar los cuadros y las fotos con sus filos cortantes de donde podre obtener algo. Saltamos como poseídos y hacemos un baile, de algún ritual, girando en círculos a un fuego encendido por nuestra propia terquedad.

Uno.
Dos. Tres.

Los abrazos y las marcas. Imprime la rabia en mi espalda que yo no tengo un tatuaje tan personal y no esperaba tenerlo. Vamos. Fin.

Santiago es una ciudad hermosa. Buenos Aires. Bogotá. ¿A dónde ves ese remoto lugar en mi mente? Un as bajo la manga. Estoy de corbata y demasiado bien peinado para mi estilo. Miro de reojo todo lo que me tiene sin cuidado y prefiero evitar lo que me interesa. Soy un desposeído por un error de interpretación. Enajeno mi mente, por escuchar promesas de sitios que no existen en este mundo. Eso no quiere decir, que no existan. Lo sé. Es desconcertante saber esta verdad.