lunes, noviembre 17, 2008

SPRAY DE TRES TONOS

ROJO.
La cruz enterrada. (O la historia escrita)

Eran las 7:00 de la noche. No era una tarde común la que había caído ese día. Aun se veían los vuelos agitados de las aves y sus alas de colores pálidos. Los sonidos irrelevantes que se pegaban al subconsciente. Las miradas extrañas que se tomaban como propias las palabras ajenas. No era una tarde común, ni tampoco alguna que se pudiera repetir de esa manera.
La noche había llegado, tan inevitable como las decisiones tomadas. Fue tan solo cuestión de dar la espalda y partir. Desafortunadamente, lo ultimo que recuerdo no es una espalda flagelada y sangrante…….Es mas bien una espalda sudorosa y bronceada.

Esta noche el sendero se alumbra bajo la luz de la luna. Que ironía pensar en lo poco que nos atraemos los dos. Pese a todo, la luz me permite no tropezar. El camino esta lleno de recebo. A los lados parece que el agua terminara por desplomarlo todo. Ha llovido mucho. Lagunas y pequeños arroyos se han formado en tiempos recientes. ¿Qué otras cosas nuevas podrán haber? Es mucho lo que los amaneceres se llevan y traen.

Camino en zigzag. Todas las melodías que llevo en mi cabeza se mezclan entre si. Al principio es un ejercicio divertido, pero todo termina por mezclarse en un desabrido ruido, difícil de entender. Estoy cansado. La caminata ha sido larga. La humedad se siente en cada uno de los poros de la piel. El sudor corre por mi cara. Los ojos se irritan y la vista se nubla. Es hora de dormir. Cualquiera de los libros que cargo me servirá de almohada. Las Dos Torres estará bien.

No hay sueños que contar esta vez. Retomo el sendero lo más rápido posible. Tal como lo sabia, las huellas se habían borrado, los caminos curvos ahora se extendían rectos ante mis ojos, y el alegre descenso se había empinado. El sol se hacia sentir muy fuerte. El viento soplaba y no refrescaba para nada con su brisa caliente.


Que detestables se escuchan los sonidos de los pájaros. Mas aun si resultan ser aquellos oníricos que desparraman en su vuelo enormes cantidades de letras insensatas.
No podría describir más que con quejumbrosos y repetitivos lamentos, la ira que me embarga leer los avisos colgados a ambos lados del sendero. Hay paramilitares de tierras lejanas y poco conocidas. Leo promesas, presuntamente falsas, que no cobran interés alguno. Me llaman la atención los carteles de niños desaparecidos. Al igual que sus vidas, se opacan en la inclemencia de un ambiente hostil Hojas y nombres de pasiones en carne y hueso que buscaron reverdecer alguna recóndita emoción que los hombres llamamos amor. Y sus caras, la expresión en los ojos. Nada trasciende más allá. Un par de píldoras pueden ayudar a este réquiem por un par de nombres.

Si. Cada paso es una apología a la demencia. Pero no dejan de ser los tramos mas divertidos. De cualquier modo, esta es la única manera en que es divertido. O al menos eso creo.
Las fuerzas me invaden de nuevo. Lanzo piedras a una carretera vacía, sin blancos aparentes. Cada vez más grandes, siempre más desacertadas. ¿A dónde esta el espantapájaros? ¿A dónde están los caballos? ¿A dónde la abuela? ¿A dónde………?

Entonces he llegado. Son de nuevo las 7:30. Esta vez, el sol esta en ascenso. Acá esta la cruz enterrada. Y esta vez ha sido más difícil encontrarla. En cada ocasión se ha movido más y mas. ¡Que lejos esta de donde quedo por primera vez! Me alegra haberla encontrado. No tiene ninguna marca. No hay flores. No hay presentes. Las fechas que hubo en algún momento ya se han borrado. Todo esta igual que el año pasado. Todo, excepto el sitio.

Me alegra haberla encontrado antes que ella a mí. El día que eso pase, la historia conocida podría ser rescrita.

1 comentario:

vylia dijo...

Me gusta la imagen que describes. Sigues conservando tu sello, podría casi reconocerlo.

Un abrazo.

Quiero la canción.